Ciudad de México. El Electric Daisy Carnival (EDC) es una celebración total. Entre música, luces, atracciones mecánicas y escenarios que, debido a la ingeniería de su diseño, no sólo son plataformas para los artistas, sino también corredores para multitudes circulantes, jóvenes dispuestos a bailar durante horas al ritmo que aparece en todas direcciones, que procuran atuendos que los distingan, demuestren su personalidad y la manera en que ven la vida.
A la entrada del Autódromo Hermanos Rodríguez, donde se lleva a cabo el EDC México desde el viernes hasta domingo, los asistentes pasan la habitual revisión de boletos, a la que se suma la del certificado de vacunación. Entre quienes entran, abundan los colores en el cabello, la ropa, el maquillaje y los letreros que cargan; muchos, de éstos, memes que aluden al covid-19, el aislamiento, el festejo e incluso la nostalgia.
Igual que la música electrónica que forma el cartel del festival este año, sus adeptos son diversos. Entre las oleadas de personas, circulan como en pasarela disfraces de personajes de caricatura, flores, aliens, conejitas y dinosaurios por igual. El camino que lleva al escenario principal –el kinteticField– está iluminado por luces de colores que culminan frente al gigantesco búho que abre sus alas, mueve los ojos, la cabeza y cambia de color, mientras la música sigue.
Hay, sobre todo, un sentimiento que se ubica entre el hartazgo y la necesidad de festejo. Por eso, para los 90 mil que acudieron el primer día “ha valido la pena el riesgo de contagio”. Las vacunas y si se pasó la enfermedad son elementos que dan suficiente confianza para concurrir al EDC, que el sábado 26 de febrero reunió a 98 mil asistentes.